Junto a la relatividad de Einstein, la física cuántica moderna ha sido sin duda el paso que más cerca nos ha puesto de entender qué es realmente la Naturaleza…. o más bien debería decir cerca de calcular cómo se comporta… de los porqués no sabemos aún nada.
Cuenta el físico Abraham Pais sobre una conversación que mantuvo con Einstein sobre el espinoso tema de la existencia objetiva de una realidad en física cuántica, que:
… Recuerdo que durante uno de los paseos, Einstein se paró de pronto, se giró hacia a mí y me preguntó si realmente creía que la Luna solo existía cuando la miraba.
A más de uno podría extrañarle que brillantes físicos (del siglo pasado, y del presente) puedan realmente pensar que la Luna no está ahí cuando nadie la mira, algo que el simple sentido común tacha de patraña. Pero es que la física cuántica, es muy desconcertante.
No pretendo entrar aquí en detalles matemáticos (si alguien está muy interesado, que empiece por aquí, por ejemplo), pero básicamente lo que la cuántica nos dice es que las partículas microscópicas que componen los átomos, no están en sitios concretos, sino que tienen en cada momento una función onda de probabilidad, de forma que solo podríamos decir donde es más probable encontrarla.
La evolución de estas ondas en el tiempo está muy bien definida mediante la ecuación de Schrödinger, una «fórmula bonita» con sus ecuaciones diferenciales y todo estupendo y en orden según las buenas costumbres de la física de toda la vida (bueno, según lo que hagas con ella!):
¿Y qué pasa si miramos dónde está la partícula definida por una onda de probabilidad? Aquí es donde entran todos los problemas: las reglas estrictamente matemáticas de la mecánica cuántica (que no son ninguna explicación de qué ocurre realmente) nos dicen que en el momento de la medida, la onda colapsa a una de sus autofunciones. En ese momento, todas las demás posibilidades de dónde podría haber estado la partícula, desaparecen.
Sobre qué es lo que realmente está ocurriendo (si es que tal cosa está al alcance del conocimiento humano), existen numerosas «escuelas» (ver la lista). La que se suele citar como más común es la Interpretación de Copenhague, que simplemente asume que la función de onda colapsa al azar a una de las posibilidades. Sin embargo, existen procesos más complejos en los que varias partículas interaccionan sin que realmente ocurra tal colapso, ocurriendo solo este cuando se hace una medida.
La palabra maldita: medida. ¿Qué es una medida? Aquí volvemos a Einstein y la Luna: algunos físicos opinan que hasta que un ser consciente no percibe algo, ese algo no colapsa de función de onda, a realidad concreta. Personalmente, tampoco creo en esta interpretación porque da lugar a infinitos dilemas, principalmente porque, como ejemplo ¿qué diferencia hay entre que el fotón ilumine una cámara de fotos, o mi ojo?
Una de las escuelas de pensamiento encontró la solución al problema de la medida: ¡La función de onda no colapsa! Según esta escuela, de La Interpretación de los Muchos Mundos, lo que ocurriría realmente es que «la historia del Universo» se divide en tantas ramas como posibilidades puedan ocurrir. Los habitantes de cada Universo, verán hechos distintos, pero ninguno tiene nada especial. Y todos ellos realmente ocurren, en algún sentido.
De esta manera, se evita el incómodo problema de la medida, algo no lineal y encima aleatorio que no encaja con las «ecuaciones bonitas».
Llego por fin a mi argumento en contra de esta visión de la realidad. Y tiene que ver con el Big Bang.
La idea es tremendamente simple, y la he encontrado en la enciclopedia particular del matemático R. Penrose. Según las leyes de la termodinámica, el desorden solo puede aumentar con el tiempo, y se sabe que en el momento del Big Bang el desorden debió ser extraordinariamente bajo. De hecho, según las teorías actuales, el Universo comenzó como una singularidad, es decir un punto inimaginablemente minúsculo.
Si la interpretación de los muchos mundos está en lo cierto, todas las «partículas» y densidad de energía que eran todo el Universo de entonces, habrían seguido la «bonita» fórmula de Schrödinger que al ser lineal habría mantenido la homogeneidad del Universo primitivo… ¡para siempre!: habría infinitos universos paralelos, pero en todos ellos todo sería homogéneo y no habrían aparecido las «fluctuaciones» que hoy día se ven en la radiación de fondo, por no mencionar las combinaciones en átomos, materia, estrellas, planetas y nosotros mismos.
El argumento puede parecer simplista en extremo, pero mientras no haya una teoría mejor que la cuántica y la relatividad para explicar los Primeros Instantes, a mí me vale: opino que la reducción de estado cuántica es un hecho real, y objetivo de cualquier consciencia.