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Crecimiento sostenible: Un teorema de la imposibilidad

Las economías modernas están basadas en una necesidad de crecer un porcentaje mínimo cada año con respecto al anterior. Cualquiera que haya estudiado lo más básico de ecuaciones diferenciales sabrá que la única solución a este planteamiento es una economía que crezca exponencialmente.La Naturaleza rebosa de ejemplos de crecimientos de este tipo (ganancias de amplificadores electrónicos, poblaciones de bacterias,…), pero todos son temporales. En algún momento, algo falla y el crecimiento debe parar. ¿Es la economía diferente en este aspecto?

Para reflexionar sobre ésto, hoy os dejo un fragmento de un libro de 1993 escrito por el «eco-economista» norteamericano Herman Daly mientras trabajaba en el Banco Mundial. El título del artículo es precisamente el de esta entrada.

He resaltado en negrita las partes que considero más relevantes, pero para quién le parezca muy largo de leer, aquí dejo un resumen ejecutivo: no es lo mismo que una economía crezca (un % de incremento anual en el PIB) a que se desarrolle (mejore internamente, redistribución de la riqueza,…), y la pobreza del mundo no se va a solucionar mientras las políticas económicas santifiquen un constante crecimiento del PIB (o PNB), lo cual además va contra las leyes físicas.

Crecimiento sostenible: Un teorema de la imposibilidadLas afirmaciones de lo imposible son el fundamento mismo de la ciencia. Es imposible: viajar a más velocidad que la de la luz, crear o destruir materia-energía, construir una máquina de movimiento per­petuo, etc. Respetando los teoremas de lo imposible evitamos perder recursos en proyectos destinados al fracaso. Por eso los economistas deberían sentir un gran interés hacia los teoremas de lo imposible, es­pecialmente el que ha de demostrarse aquí: que es imposible que la economía del mundo crezca liberándose de la pobreza y de la degra­dación medioambiental. Dicho de otro modo, el crecimiento sosteni­ble es imposible.

En sus dimensiones físicas, la economía es un subsistema abierto del ecosistema terrestre que es finito, no creciente y materialmente cerrado. Cuando el subsistema económico crece, incorpora una pro­porción cada vez mayor del ecosistema total, teniendo su límite en el cien por cien, si no antes. Por tanto, su crecimiento no es sostenible. El término «crecimiento sostenible», aplicado a la economía, es un mal oxymoron: autocontradictorio como prosa, y nada evocador como poesía.

CUESTIONAR EL OXYMORON ECONÓMICO

Los economistas se quejarán diciendo que el crecimiento del PNB es una mezcla de incremento cuantitativo y cualitativo, y que por tanto no está estrictamente sometido a las leyes físicas. Tienen sus motivos. Precisamente porque el cambio cuantitativo y cualitativo son cosas muy distintas, es mejor mantenerlos separados y darles nombres diferentes que ya nos proporciona el diccionario. Crecer significa «aumentar naturalmente de tamaño con la adición de material por medio de la asimilación o el aumento». Desarrollar significa «expandir o realizar las potencialidades; llegar gradualmente a un estado más completo, mayor o mejor». Cuando algo crece se hace más grande. Cuando algo se desarrolla se hace diferente. El ecosistema terrestre se desarrolla (evoluciona), pero no crece. Su subsistema, la economía, debe finalmente dejar de crecer, pero puede seguir desarrollándose. El término «desarrollo sostenible» tiene por tanto sentido para la economía, pero sólo si se entiende como «desarrollo sin crecimiento»: es decir, la mejora cualitativa de una base económica física que se mantiene en un estado físico mediante un rendimiento de la materia-energía que está dentro de la capacidad regeneradora y asimilativa del ecosistema. Actualmente, el término «desarrollo sostenible» se utiliza como sinónimo del oxymorónico «crecimiento sostenible». Y debe salvarse de esa perdición.

Políticamente es muy difícil admitir que el crecimiento, con sus connotaciones casi religiosas de bondad última, deba limitarse. Pero es precisamente la no sostenibilidad del crecimiento lo que da urgencia al concepto de desarrollo sostenible. La tierra no tolerará ni siquiera que un grano de trigo se duplique 64 veces y, sin embargo, en los dos últimos siglos hemos desarrollado una cultura que para su estabilidad económica depende del crecimiento exponencial (HUBBERT, 1976). El desarrollo sostenible es una adaptación cultural hecha por la sociedad cuando cobra conciencia de la necesidad del no crecimiento. Ni siquiera un «crecimiento verde» es sostenible. Hay un límite en cuanto a la población de árboles que puede soportar la tierra, como hay un límite a la población de seres humanos y de automóviles. Engañarnos a nosotros mismos creyendo que el crecimiento sigue siendo posible y deseable tanto si lo etiquetamos como «sostenible» o lo coloreamos como «verde» tan sólo retrasará la transición inevitable, y la hará más dolorosa.

¿LIMITES AL CRECIMIENTO?

Si la economía no puede seguir creciendo permanentemente, ¿cuánto puede crecer? ¿Puede crecer lo suficiente para dar a todos los habitantes del mundo de hoy un nivel de uso de recursos per capita igual al del estadounidense medio? Eso exigiría un factor de siete (1), cifra que claramente pone entre paréntesis la Comisión Brundtland cuando pide la expansión de la economía mundial con un factor del cinco al diez. El problema es que incluso una expansión con un factor de cuatro es imposible si VITOUSEK et al. (1986, págs. 368-373) tienen razón en sus cálculos de que la economía humana se apropia actualmente de una cuarta parte del producto primario global neto de la fotosíntesis (NPP). No podemos ir más allá del cien por cien, y es improbable que aumentemos el NPP, pues la tendencia histórica hasta ahora es la de que el crecimiento económico reduce la fotosíntesis global. Puesto que los ecosistemas basados en la tierra son los más relevantes, y nos apropiamos de un 40 por ciento del NPP basado en la tierra, incluso el factor de cuatro es un cálculo excesivo. Tampoco es realista el alcanzar el cien por cien, puesto que somos incapaces de poner bajo una gestión humana directa a todas las especies que forman los ecosistemas de los que dependemos. Además resulta ridículo pedir la preservación de la biodiversidad sin tener la voluntad de detener el crecimiento económico que exige al ser humano ocupar bajo el sol los lugares que ocupan ya otras especies.

Si es imposible el crecimiento de factor cinco a diez recomendado por la Comisión Brundtland, ¿qué podemos pensar del mantenimiento de la escala actual, es decir, el crecimiento neto cero? Todos los días leemos alguna noticia relacionada con las retroalimentaciones, inducidas por el estrés, desde el ecosistema a la economía, como la formación del efecto invernadero, el agotamiento de la capa de ozono, la lluvia acida, etc., que constituyen la evidencia de que ni siquiera el crecimiento de la escala actual es sostenible. ¿Cómo puede hablar entonces la gente de «crecimiento sostenible» cuando: a) la escala actual de la economía muestra signos claros de insostenibilidad, b) multiplicando esa escala por un factor de cinco a diez, tal como recomendaba la Comisión Brundtland, pasaríamos de la insostenibilidad al colapso inminente y c) el concepto mismo es por lógica contradictorio dentro de un sistema finito y que no crece? Y, sin embargo, crecimiento sostenible es el término de moda de nuestro tiempo.

De vez en cuando llega a ser realmente ridículo, como cuando los autores hablan con gravedad del «crecimiento sostenible en la tasa del incremento de la actividad económica». No sólo tenemos que crecer permanentemente, ¡sino que tenemos que aceleramos permanentemente! Esto es verborrea política vacía, totalmente desconectada de los principios lógicos y físicos.

ALIVIAR LA POBREZA: NO SANTIFICAR EL PNB

La cuestión importante es la que plantea la Comisión Brundtland, aunque sin enfrentarse realmente a ella: ¿hasta qué punto podemos aliviar la pobreza mediante el desarrollo sin crecimiento? Imagino que la respuesta será que en una medida significativa, pero menor que la mitad. Una razón de esta creencia es que la expansión de factor cinco a diez irá realmente en beneficio de los pobres, y que por tanto habrá de consistir en las cosas que necesitan los pobres —alimento, ropa, abrigo—, y no en servicios de información. Los bienes básicos tienen una dimensión física irreducible y su expansión requerirá más crecimiento que desarrollo, aunque el desarrollo ayudará por medio de la mejora de la eficacia. Dicho de otro modo, la reducción en contenido de recursos por dólar de PNB observada en algunos países ricos en años recientes no puede anunciarse como algo que corte la vinculación entre expansión económica y medio ambiente, tal como han afirmado algunos. La santificación del PNB no alimentará a los pobres. El desarrollo sostenible debe ser desarrollo sin crecimiento – pero con control de la población y redistribución de la riqueza— si pretende atacar seriamente a la pobreza.
En la mente de muchas personas, el crecimiento se ha convertido en sinónimo de aumento de la riqueza. Dicen que debemos crecer para ser lo bastante ricos como para permitirnos el costo de limpiar y curar la pobreza. Que todos los problemas son más fáciles de resolver si somos más ricos es algo que no se discute. La cuestión es si el crecimiento, en su margen presente, realmente nos hace más ricos. Hay pruebas de que en Estados Unidos nos hace ahora más pobres, pues los costos se incrementan más rápidamente que los beneficios (DALY y COLL , 1989). Dicho de otro modo, parece ser que hemos crecido más allá de la escala óptima. […]

Quién quiera continuar leyendo, el texto continúa en las fuentes que pongo abajo.

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Fuentes:

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