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Comienzan las obras del reactor de fusión internacional ITER en Francia

Esta semana ha marcado un antes y un después en el proyecto ITER, el gran consorcio internacional que lleva décadas luchando contra problemas burocráticos, políticos y económicos para conseguir su objetivo: traer la energía de las estrellas a nuestro planeta de manera controlada. De manera incontrolada, por desgracia, ya se ha conseguido en forma de la bomba más terrible que existe: las termonucleares.
La fusión nuclear ha sido desde hace medio siglo el santo grial de las fuentes de energía: en teoría, el combustible (dos isótopos del Hidrógeno, el Deuterio y el Tritio) se podría extraer del agua del mar, y la reacción nuclear no produciría residuos radiactivos como las actuales centrales nucleares de fisión, sino inofensivo Helio. Se calcula que la energía anual de todo el planeta se podría satisfacer con un par de cubos grandes de agua de mar.
Pero para hacerse una idea de la dificultad de desencadenar una reacción nuclear de fusión de manera sostenida, basta imaginarse solamente los problemas técnicos de mantener en algún lugar contenido el plasma que sufre la reacción, a ¡100 millones de grados centígrados!. La solución de reactores anteriores, y del ITER, será construir un inmenso Tokamak, un toro hueco recubierto de cerámica donde el plasma gira flotando en el aire gracias a poderosos campos magnéticos:

Si estos últimos años hemos visto la inauguración del LHC, llamada la «máquina más grande construida por el hombre», en las próximas décadas podremos ver un proyecto, en mi opinión, aún más ambicioso, ya que el caso del LHC existían proyectos parecidos anteriormente, pero en lo que respecta al ITER… nunca la fusión nuclear artificial ha funcionado de manera sostenida, hasta ahora.
¿Funcionará algún día? Nadie lo sabe al 100%, pero para descubrirlo habrá que construir la máquina y probarla. Y ya hemos dado el primer paso:

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