Desde la edad clásica y durante muchos siglos, las horas se contaron de una forma muy distinta a como lo hacemos en esta sociedad obsesionada con las prisas y horarios, y que nos podría resultar chocante de primeras. Escribía Copérnico (1473-1543) en su magistral De revolutionibus orbium coelestium (libro 2, capítulo 8):
Pero tomando la duodécima parte [del círculo] tendremos el contenido de una hora de tiempo. Y estas horas toman el nombre de su día, del cual son siempre la doceava parte. Por esto han sido llamadas por los antiguos horas solticiales, equinocciales y brumales [solsticio de invierno]. Pero desde antiguo no se utilizaron otras nada más que estas XII horas, desde el alba hasta las tinieblas, pues la noche la dividían en cuatro vigilias o vigilancias: y tal uso de las horas duró mucho tiempo con el consentimiento tácito de todo el mundo. Gracias a que fueron inventadas las clepsidras, en las que por sustracción o adición de agua que goteaba acomodaban las horas a la diversidad de los días, para que cuando estuviera nublado no se ocultara la distinción del tiempo. Pero, después que el vulgo aceptara las horas como iguales y comunes al día y a las noches, puesto que son más fáciles de observar, aquellas horas de tiempo [propias de cada estación] llegaron a tal desuso que si se preguntara a cualquiera del vulgo cuál es la hora «prima» del día, la «tertia» o la «sexta», o la «nona» o la «undécima», no sabe qué responder o ciertamente responde lo que menos se relaciona con el tema. Ahora, algunos toman tal número de horas iguales a partir del mediodía, otros desde el ocaso, otros desde medianoche, algunos desde la salida del Sol, según lo que se haya establecido para cada ciudad.
Es decir: los días empezaban a contar cuando salía el sol. Desde el alba al ocaso, se dividían en 12 horas, de duración variable según la época del año, y el concepto de horas no era aplicable a las noches. Cuanto más se mecaniza la manera de medir el paso del tiempo, más olvida el «vulgo» el significado astronómico de estas divisiones. Hasta que la revolución de la tecnología mecánica, posteriormente la electrónica y finalmente la atómica, crearon cada una estándares de medir el tiempo ya totalmente dispares de la astronomía, donde las horas, minutos y segundos se definen por conveniencia como intervalos «constantes» y son los días y las noches las que se acortan y alargan en relación a estas «horas patrón», intercambiado irónicamente el orden de la dependencia original.
Ya Copérnico señalaba correctamente como causante del cambio en la duración de días y noches al movimiento aparente del sol producido por la inclinación del eje de rotación de la Tierra, que a su vez gira en lo que hoy día llamamos movimiento de
precesión de la Tierra. Al girar alrededor del sol, vamos «tambaleándonos» como una peonza (lentamente), y esa inclinación del eje de rotación con respecto al plano de la órbita es la que causa la diferencia de duración de los días entre las estaciones:
Ojo en la figura de arriba: ¿ves la línea que separa día y noche? Recuérdala que ahora después la veremos dibujada de otra forma.
Vamos ya al tema de los husos horarios para ver su relación con lo dicho arriba. Para definir una hora común a todo el globo se hace necesario hablar de la hora en algún punto concreto del planeta. Por convenio y razones históricas, se utiliza como referencia la hora en el
meridiano de Greenwich, el que pasa por el observatorio de dicha ciudad inglesa. Bueno, a unos metros realmente tras una corrección posterior. El uso de meridianos de referencia era algo esencial para la navegación marítima, y cada país tenía uno o varios de referencia. En el caso de España era el de
Cádiz, que pasaba por el
observatorio de San Fernando. Pero al unificar criterios entre países, se acordó emplear el meridiano de Greenwich, y por lo tanto para el tiempo parecía lógico referirse a la hora
media de Greenwich (
GMT, de sus siglas en inglés). Exceptuando precisiones por debajo del segundo, referirse a hora GMT u hora
UTC (de Universal Time Coordinate) es lo mismo.
En relación a la hora GMT, cada país tiene asignado, bajo criterio puramente político/arbitrario, un desfase que define la hora oficial en dicho territorio. Normalmente, se habla de hora GMT +1 hora, +2 horas, -2 horas, etc. Aunque hay regiones que decidieron usar fragmentos de hora, como en Nepal, donde el huso horario es GMT más 5 horas y 3 cuartos o Irán con más 3 horas y media.
El siguiente mapa muestra la distribución de zonas horarias para Europa occidental:
En el resto del post ya me centraré en el caso de España, por ser el reciente cambio al horario de verano un tema de debate por aquí… un año más (i.e.
día de la marmota). Aunque el tema de si cambiar la hora en verano es independiente de qué huso horario debería tener el país, siempre el primero trae a debate al segundo. Sobre el horario de verano, normalmente se citan supuestos ahorros energéticos, pero hay estudios (
PDF) que ponen en duda esta realidad.
Volviendo al tema del huso horario habitual del país, a primera vista sobre el mapa anterior parecería que los horarios se debieran repartir siguiendo los datos de longitud del país, es decir, según qué meridianos le atraviesen. En ese caso, realmente España estaría muy lejos del lugar que le corresponde, que debiera ser el mismo que Portugal o que Reino Unido. Es decir: la hora GMT +0h, en lugar de la +1h en invierno (o la +2h en horario de verano).
El análisis de qué huso corresponde al país es realmente más complejo que una simple cuestión de longitud geográfica, y es por eso que al final se trata de una decisión política, no 100% científica.
Como muestro abajo, la precesión del eje terrestre hace que la longitud solamente importe en promedio a lo largo de un año. Analicemos las condiciones en que amanece y anochece en España en relación con Europa occidental (hasta llegar a Alemania y Polonia, así a ojo) para ver si tiene alguna lógica que tengamos la misma hora que ellos.
Lo estudiaremos a lo largo de todo el año. Empezamos con los dos equinoccios, por ser las situaciones más sencillas:
Equinoccio de septiembre (día ~22)
6pm UTC
6am UTC
Equinoccio de marzo (día ~21)
7pm UTC
6am UTC
La situación en los equinoccios está clara: amanece y anochece a la vez en lugares con la misma longitud geográfica. Luego en estas épocas del año, a España le pegaría más estar a la misma hora que Portugal o Reino Unido.
Pero veamos qué ocurre durante el invierno:
Solsticio de diciembre (día ~21)
7am UTC
5pm UTC
Fíjate primero en el gráfico de las 7:00am, la hora aproximada en que amanece en nuestro país. La línea que separa día y noche, en esta época del año está inclinada. Para quien no vea claro el porqué, un vistazo al primer dibujo en que se veía la Tierra girando como una peonza le dejará clara la razón.
Desde el punto de vista empresarial es una clara ventaja que España comparta horario con Alemania o Polonia en invierno, ya que amanece aproximadamente a la vez de forma que los horarios comerciales pueden coincidir perfectamente. Y por la latitud de España, aún así tenemos más horas de luz al anochecer más tarde (mira el gráfico para las 5pm). Si cambiásemos a GMT+0, ese rato más de luz (en comparación con Europa) se iría a parar a las mañanas, ya que amanecería antes. Tendría sentido entonces adaptar todos los horarios para aprovechar y «madrugar más» todos.
Pero veamos ahora lo que pasa en verano:
Solsticio de junio (día ~21)
8pm UTC
En este caso tenemos la situación dual: anochece en España a la misma hora que en Alemania o Polonia, pero amanece más tarde (sí, sí: los días de verano son más largos en Alemania que en España, por si pensabas lo contrario ;-). Para esta época del año no se me ocurren ventajas de mantener el huso horario con Europa, aparte de que de no ser así y tener el que nos correspondería por longitud, se haría de noche antes con la pérdida de horas de ocio, playa, etc… que tanto nos gustan por aquí.
Conclusión: ¿tiene sentido que España y Polonia tengan la misma hora?. Pues depende. Hay épocas del año que sí, y hay otras en que de ninguna manera. De media, tendría más sentido compartir hora con Portugal, pero es una cuestión política valorar la ventaja del horario comercial común con Europa, plausible en el sentido astronómico sólo durante el invierno.