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"Dios" es una palabra: Deus verbum est (reflexiones)

Aviso 1: Tiempo de lectura aproximado 40 minutos…o varias horas si abres y lees la mitad de los enlaces. Guárdalo para otro día si hoy no tienes tiempo.
Aviso 2: Adelantándome a las probables críticas de quienes ni se molesten en leer, decir que acabaré defendiendo a parte de las religiones y personas religiosas, así que antes de indignarse, le pido que por favor lea el texto completo primero y opine después.

Si a un vecino le gusta tatuarse los brazos, dormir sobre una cama de pinchos o hacer dieta los miércoles, pues perfecto, ¿verdad?. Las sociedades civiles debemos tolerar las particularidades de cada ciudadano por el bien común y la cohesión social. Mientras no se crucen ciertas líneas rojas, todos podemos vivir en paz. Junto al crecimiento económico y cierta justicia social es lo que ha permitido 60 años sin guerras en el «mundo libre«, algo inaudito en la historia.

Dentro de las particularidades de cada cuál tienen especial relevancia las de tipo religioso. Al estar basadas en una fe irracional estas son las más peligrosas, pues algunos podrían creer estar en posesión de LA VERDAD y en posición (si les dejásemos) de imponer sus criterios al resto de la sociedad saltándose las normas democráticas.

En el origen de estas irracionalidades hay dos elementos muy, pero que muy distintos:

  1. La idea/intuición de un «dios» y
  2. toda la estructura social y ritos de la religión.

En este artículo me centro en el primero y, a pesar de la inevitable conclusión, defenderé a la mayoría de las personas religiosas ya que suelen ser gente de bien y no importan los motivos que les muevan.

Símbolos de las 9 mayores religiones mundiales: Cristianismo, Judaísmo, Hinduísmo, Islam, Budismo, Sintoísmo, Sijismo, Bahaísmo y Jainismo. Cristianismo (1º) e Islam (2º) son las más extendidas, seguidas por las personas no religiosas (3º), luego el Hinduísmo (4º) y de lejos el resto. (créditos)

¿Por qué hablo en este blog de religión? Pues porque veo a diario como algunos temas económicos (e.g. 1,2,3) parecen tabú por ser «sagrados» y por lo incontestadas que quedan las declaraciones de algunas personas que pueden despacharse tranquilamente amparadas en un supuesto anulamiento del derecho a réplica de los demás al escudarse en «su fe» (intolerable si queremos atajar en Europa el germen del extremismo que invade parte de EEUU y medio oriente).

Por ejemplo, las opiniones del secretario de la Conferencia Episcopal y el obispo de Alcalá de Henares sobre determinadas cosas que se pueden «curar» en la vida privada de ciudadanos que no le han preguntado, condenándolos públicamente con la presión social que eso ejercerá en sus vidas terrenales, no en las del más allá. Que por cierto, coincido en que habría que consultar a los «médicos y psiquiatras», pero quizás por el diagnóstico que tienen sobre quienes oyen voces o tienen visiones.

O como la vergonzosa defensa a cualquier coste de una monja imputada en delitos muy graves realizada por Mercedes Coloma (foro de la familia) en Telecinco el 28 de abril, con (sic) «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Parece que el hecho de ser monja convierte cualquier crítica a su persona en un ataque a toda su congregación religiosa, su Iglesia y las sociedades afines (Excusatio non petita, accusatio manifesta?). Al criticar a una supuesta delincuente, nadie ataca a la Iglesia, aunque su silencio y aparente connivencia en este caso no ayudan a mejorar su imagen.

Podría sintetizar todo este artículo en un par de frases, pero no me atrevo por miedo así que iré soltando argumentos aquí y allí poco a poco. En la España del siglo XXI las opiniones del obispo Juan Antonio Reig Plà parecen no tener castigo alguno, mientras que si intentase defender el ateísmo con demasiada vehemencia estaría peligrosamente cerca de ser un delito.

Para quienes no lo sepan, estrictamente hablando defender el ateísmo (i.e. decir que no existe un dios) podría ser delito en España, ya que el artículo 525.1 del código penal dice:

1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.

¿Por qué esta asimetría? ¿No debería ser punible que un creyente «extremista» me ofendiera también con sus opiniones irracionales? ¿Cómo puedo asegurarme de que alguien no vaya a interpretar que mis palabras tienen por objeto ofender? ¿Dónde está el umbral de la «ofensa»? Por eso, a pesar de no poder opinar desde la TV o la radio sino desde un modesto blog, estoy obligado a empezar dejando muy claro que no es mi intención ofender a nadie. Quien sea razonable verá que sólo usaré exposiciones razonadas, sin intentar ridiculizar las creencias de nadie. Ahora, sobre la protección que el código penal establece a los dogmas (sí, ¡se protege a «ideas», no a personas!), la RAE define escarnio como «burla tenaz que se hace con el propósito de afrentar«. Espero que quede suficientemente clara la diferencia entre lo que serían «burlas» y lo que sigue, que es una discusión «académica».

Solamente pretendo que quien me lea reflexione durante un rato sobre sus creencias. Nada más. Si consideras tus creencias intocables o crees que por muy educado que sea te vas a ofender, solo me queda pedirte que dejes de leer.

1. Introducción

Aunque nadie debe ser discriminado ni ser objeto de mofa por cuestiones de raza, religión, orientación sexual o, en general, por sus ideas, las ideas en sí no son personas: ni tienen «honor» ni se les puede «hacer daño». Y tampoco son todas iguales.

Por tanto, podemos, y deberíamos, poner continuamente en duda todas las ideas sin fundamentos extremadamente sólidos, para cribar las que son razonables de las que no podemos clasificar por falta de información y las que son pura basura.

«Congreso anual de dioses únicos y verdaderos», viñeta de Jose Luis Martín  (ELPAÍS.COM)

Entonces, basándome en el análisis que hago más abajo, espero que no se entienda como un ataque personal contra nadie defender esta primera tesis:

Tesis I: Creer en la existencia de un «dios» es síntoma de no haberse parado a pensar lo suficiente qué significa la palabra «dios».

A quien no lo crea, le reto a que le proponga leer este texto a algún amigo creyente para que reflexione aunque sea solamente el rato de la lectura. Estoy seguro de que la mayoría se habrán aburrido de leer mucho antes de llegar a esta línea. Pero no por ser los creyentes particularmente «vagos» o «tontos» ni mucho menos, sino porque, según mi experiencia, la mayoría de personas (creyentes o no) prefieren vivir sin darle vueltas al coco o calentarse mucho la cabeza, pasando de «leer tochos» o de replantearse todo lo que creen, cuando bastante tienen con la lucha diaria de sus propias vidas; y tienen todo el derecho del mundo a mantenerse en una ignorancia voluntaria, mientras que no intenten influir en la vida de los demás a través de medios de comunicación, lobbies, poderes políticos, etc.

Desde la época de la Grecia y la Roma clásica la gente «culta» estaba dividida entre los que creían que «algo puede haber» y los que estaban convencidos de que los dioses eran obvios inventos del hombre. A partir del edicto de Milán (313 d.C) los vientos políticos fueron tornando en Occidente a favor del Cristianismo hasta llegar al punto de que cualquier personaje público o político debía simular ser creyente para guardar las apariencias, una costumbre cuyos ecos aún perduran hoy.

Por ejemplo, en España se da por normal la evidente hipocresía de tener un ~28% de autodeclarados cristianos practicantes mientras hasta un ~47% de los matrimonios se llevan a cabo mediante rito religioso cristiano, siendo los números reales aún peores por ser quienes más se casan los jóvenes, que a la vez son los menos religiosos cuando se les pregunta y pueden responder libremente en encuestas (fuentes: 1,2). ¿Quizás aquí sí tiene algo que ver la presión social causa de una herencia cultural de tiempos pre-democráticos? Nadie lo podría asegurar al 100%, pero parece razonable.

En cualquier caso, la coherencia religiosa nunca ha sido la norma a lo largo de la historia. Es muy fácil dejarse llevar por la «tradición» o la «costumbre» sin pararse a pensar qué significan, como muestra el excelente ejemplo de la foto.

Ya en el año ~200d.C. la gente no era muy coherente: esta lápida funeraria cristiana muestra una extraña mezcla de referencias a los dioses paganos del inframundo («D M», por «DIS MANES») y a «los peces de los vivos» (ΙΧΘΥC ΖΩΝΤΩΝ), el icono cristiano primitivo. La dedicatoria en latín «LICINIAE AMIATI BE / NEMERENTI VIXIT» me parece que alaba la bella vida del difunto Licinio. (fuente)

Hasta el Renacimiento y la revolución científica, la gente «llana» o «del pueblo» (sin estudios) al menos tenía excusa para ver la mano de un poder mágico o superior detrás de casi todo. Todos, cuando somos niños, pasamos por una fase llamada de «pensamiento mágico» en que nuestro cerebro empieza a establecer asociaciones extrañas. A un niño le parece lógico que se puedan mover objetos sólo pensándolo o deseándolo mucho; o puede ocurrir que se piense en alguien justo antes de que aparezca o llame, y se crea que se tienen poderes (¡la ley de los grandes números, esa gran incomprendida!). Lo llevamos en los genes, y seguro que, evolutivamente, ha sido útil en estos últimos millones de años.

El pensamiento mágico de los niños es lo que permite que nos creamos cualquier cosa, por rara que sea, que nos cuenten a esas cortas edades. Por algo es la catequesis a niños un instrumento fundamental para la perpetuación de la tradición cristiana: ¿cuántos aceptarían a los 20 años la existencia de un dios, de los pecados, del cielo, del infierno o del alma si nunca antes hubiesen oído esos conceptos?

En contraste, hoy día a cualquier niño que tenga la suerte de nacer donde pueda tener una educación básica se le enseña que las estaciones del año son el producto del movimiento de nuestro planeta, que los rayos son fenómenos eléctricos o que muchas enfermedades se contraen por culpa de seres microscópicos y pueden curarse gracias a medicinas que los combaten. Salvo para un puñado de locos fanáticos, ya no hay razones para creer que un huracán representa la furia de los dioses por alguna ofrenda imaginaria del poblado local.

Hoy día, dicen, nadie sigue creyendo en un dios al estilo de un «hombre barbudo sentado en el cielo» ni de un «dios Thor de los rayos». Pero, si no se trata de ese tipo de dios, ¿saben los creyentes realmente en qué tipo de dios creen? ¿Existen acaso distintos tipos de dios? ¿Es que podríamos distinguir entre distintos tipos de gamusinos, sin saber qué es un gamusino? Honestamente: ¿qué pensarías de una enciclopedia sobre la vida de los gamusinos, si no encuentras a nadie que te sepa decir qué son?

El Dios Padre, Jupiter para los romanos y Zeus para los griegos. Aunque no todos los antiguos creyeran realmente en su existencia, hoy día se da por sentado que nadie creería en dioses «tan humanos» como estos habitantes del monte Olimpo. (Louvre)

La discusión sobre la idea de «dios» es, naturalmente, muy antigua y muchos filósofos y hombres capaces le han dedicado su vida. Hoy repasaremos algunas de las ideas más importantes que se han propuestos a lo largo de los siglos.

Ni yo ni nadie puede demostrar que «dios» (sea lo que sea) no exista, al igual que nadie puede demostrarle que no existen los gamusinos a quien esté convencido de lo contrario. Demostrar la no existencia de algo es una imposibilidad. Es quien cree en los gamusinos el que debería ser capaz, al menos, de decir qué son.

Por lo tanto, voy a enfocarme en un punto de vista distinto al habitual en este tipo de discusiones: en el hecho de que no he conseguido encontrar a ningún creyente capaz de darme una respuesta medianamente razonable a:

¿qué es dios para ti?

Intentadlo y veréis que a menudo la conversación acaba abruptamente, si se le obliga al creyente a girar la cabeza hacia ese elefante en la habitación al que ha evitado mirar de cerca toda la vida. Quizás por miedo a descubrir que ni siquiera era un elefante… sino un montón de trapos que parecían un elefante. Esta es la realidad detrás de las llamadas «crisis de fe«, etapas de ansiedad ante el conflicto entre aceptar lo racional e inevitable y su incompatibilidad con imposiciones sociales y culturales irracionales.

En resumen, mantengo que mi tesis (I) de arriba es cierta en base a que, si alguien hubiese intentado reflexionar valientemente sobre qué significa dios para él, habría llegado a un callejón cuya única salida es dejar de ser creyente. En esto consiste mi segunda tesis:

Tesis II: No se puede definir qué es dios sin:

   1) Definición tautológica: No decir absolutamente nada: Con lo que igual podríamos estar definiendo a dios que a una piedra o un árbol, y por lo tanto sería un dios absurdo, al menos incompatible con las religiones monoteístas.

   2) Definición imposible: Caer en una contradicción intrínseca: Con lo que se está definiendo algo que no puede existir por definición. Este tipo de definiciones no se dan en filósofos clásicos, pero la «gente corriente», «de la calle» puede tener ideas contradictorias sobre dios toda su vida sin intentar resolverlas.

   3) Definición inerte: Identificarlo con un proceso físico inerte: Nadie vería lógico decir que «dios es la luz» o «el sonido» o «la energía», entes sin voluntad propia, y aún así hacerle digno de una religión o de adoración. ¡Al estudio de ese tipo de «dios» es a lo que dedican los físicos teóricos!

   4) Definición psicológica:  Reconocer que dios es únicamente un concepto con «existencia real» en nuestras mentes: Lo que a todas luces es incompatible con cualquier dogma religioso, «dios» no existiría antes de nacer nosotros, cada uno se inventa el suyo, pierde su referencia como «valor supremo» por encima de todos los hombres, etc.

Abajo repasaré muchas definiciones de dios y veremos que todas encajan en estos tipos.

Asumiendo que un creyente no ha llegado nunca a estas conclusiones, ya que entonces no tendría sentido que siguiera siendo creyente, me reafirmo en mi tesis I de arriba: creer en dios es un problema de no haberse detenido nunca a pensarlo suficientemente. Esto nos pasa a todos en multitud de ámbitos: prejuicios, ideas políticas, estereotipos, etc. así que no es algo particularmente negativo.

Desarrollaré esta idea en los siguientes puntos.

2. Error fundamental #1: distintas formas de «existir»

No todo lo que existe lo hace de la misma manera, ya que damos distintos significados a una misma palabra. Es mejor verlo con ejemplos.

¿Existen realmente las rocas?: A menos que creas que toda la realidad es un sueño o algo así, creo que todos estaremos de acuerdo en la existencia real y objetiva de objetos físicos, de la materia que se puede ver, se puede tocar, se puede coger en la mano.

Hoy podemos admirar cuevas donde vivieron hombres hace decenas de miles de años. Esas paredes, esas estalagmitas, estaban ya ahí entonces. Hoy siguen estando y probablemente perdurarán mucho después de que nosotros ya no estemos. Tienen por tanto existencia propia e independiente de nosotros y de nuestras mentes.

Cuevas de Nerja (Málaga, sur de España) (créditos)

Otra cosa es que a nivel físico la materia se reduzca a átomos, electrones, etc. y sea nuestro cerebro el que se invente el «objeto roca», «objeto silla», etc. Pero obviemos eso ya que me refiero a la existencia material y objetiva del mundo físico (tengo que ignorar también el dilema del Teorema de Bell, porque sino ¡no habría quien aguantase leer esto!).

¿Existe el aire? ¿Y el fuego?: El aire no lo podemos ver. El fuego no lo podemos agarrar. Pero incluso objetos «invisibles» o «intangibles» tienen una existencia real e independientemente de nosotros, ya que podemos medir su peso, su presión o su temperatura, propiedades que son iguales para cualquier observador y por lo tanto deben reflejar una realidad fuera de nuestras mentes.

¿Existen los virus, las bacterias, los átomos, los positrones?: No podemos verlos con los ojos y ni siquiera es obvio ni mucho menos que deban existir. Pero usando microscopios u otros instrumentos sí que podemos convertirlos en visibles, hacer experimentos con ellos, etc. También tienen, por tanto, existencia física material y objetiva.

 
¿Existe el amor? ¿Y el rencor? ¿Y esa sensación del «yo» consciente?
Aquí la cosa se pone muy interesante. Nadie puede dudar que, de alguna manera, exista el amor a pesar de ser invisible e intangible. Pero a la vez parece evidente que los sentimientos o sensaciones sólo existen como estados (muy complicados) en nuestros cerebros. Son lo que en psicología y filosofía se llaman qualia. Podemos decir que los qualia existen de una forma distinta a como lo hacen las rocas.

A pesar de su «etérea» transcendencia, al fin y al cabo tienen una implementación física, al igual que este documento podría guardarse como una serie de marcas magnéticas de un disco duro. Si el disco duro se destruye, ¿qué ha pasado con el documento? ¿acaso tenía otra existencia «etérea» aparte de la física que ha sido destruida? Es muy feo y duro, pero la analogía con nuestra mente y el cerebro es exacta.

Esto no implica para nada que los sentimientos, como el amor, no sean importantes por no tener existencia propia más allá de la mente de cada uno: de hecho bien puede ser lo más importante en la vida de muchos. Pero no tiene sentido alguno imponer nada a terceras personas en base a mis ilusiones mentales, por muy reales e importantes que sean para mí.

¿Existe el número π (Pi)? ¿Y un pentágono perfecto?

Quizás esto rompa tus esquemas, pero se trata de lo más parecido a dios que soy capaz de imaginar: «ideas» o «conceptos» que realmente parecen estar por encima de las mentes individuales, viviendo diríamos en un mundo de ideas Platónicas, dotadas de (aparente) vida propia. Distintas personas entienden el amor de diferentes maneras, pero millones a lo largo de los siglos han llegado a exactamente las mismas ideas de manera independientemente en cuanto al número Pi, por lo que «algo trascendente debe haber ahí», ¿o no?

Pues no. Ese «algo» no sería más que el producto de una forma de pensar, de unos mecanismos mentales que sí que son comunes a todos los hombres. Por lo tanto, no reflejan entes de existencia independiente al pensamiento: el número pi no existe si no es en nuestras mentes. Esta es la «definición psicológica» que mencionaba arriba para definir a dios como una idea a la que se llega «innatamente», mediante «revelación».

Que distintas personas lleguen a ideas sobre «dios» parecidas es por lo tanto equivalente al proceso que lleva a entender el número pi o las figuras geométricas, y estaremos de acuerdo en que no son dignas de ponerlas en un altar… aunque hubo quienes lo hicieron, dándonos una pista de lo fácil que es confundir a las matemáticas con los dioses o un mundo superior.

3. Error fundamental #2: antropomorfismo

Un error muy común en argumentos sobre dios, especialmente en los de «barra de bar» más que en los de los filósofos, es muy sencillo de entender: tendemos a personificar lo inerte.

Se llama antropomorfismo a nuestra tendencia a proyectar sobre objetos inertes o ideas abstractas propiedades o características de personas o animales. Debe ser que nuestro cerebro ha evolucionado de esta manera, viendo caras donde no las hay o interpretando como frutos de un ser con voluntad propia los procesos naturales regidos por la ciega mecánica.

El cerebro es muy bueno buscando patrones…demasiado bueno.

Si te mira así es porque algo le habrás hecho (fuente)

Este error de concepto es parecido al de dotar a las ciegas leyes del universo de una «intencionalidad», porque a nosotros nos parece que la tiene.

En un nivel filosófico mucho más bajo, este tipo de ideas simplistas aparecen por ejemplo asociadas a fenómenos atmosféricos (que no son más que pura y ciega física, por compleja que sea). Por ejemplo, si llueve mucho algunos lo pueden ver como una benevolente obra de una deidad (e.g. un dios de la lluvia, un dios de las cosechas, Jesús, la Virgen, etc.) para que los cultivos crezcan y haya abundancia. Pero, ¿y para el que se iba de vacaciones a tomar el sol y se les han fastidiado? ¿Y para los que han muerto en un accidente de coche por culpa del asfalto mojado? ¿Quería «dios» que todo eso pasara, a la vez? A la clásica respuesta de que esa «es la voluntad inescrutable de dios», lo siento pero eso es a la vez la falsa definición tautológica (dios es equivalente a «lo que pase, sea lo que sea») y la inerte («dios es todo lo que ocurre en la Naturaleza») que mencionaba arriba, luego decir eso y no decir nada es lo mismo. Y todo por querer ver intencionalidad en donde no la hay.

4. La nulidad de las «demostraciones» clásicas de dios

Una referencia clásica sobre supuestas «demostraciones» de la necesidad de la existencia de dios es Tomás de Aquino (s.XIII), que expuso cinco «demostraciones» (quinque vivae) en su obra Summa Theologicae.

«Triunfo de St. Tomas de Aquino sobre Averroes», Benozzo Gozzoli (s.XV) (fuente)

Realmente, no son demostraciones sino cinco «cosas» a las que la gente se suele referir cuando habla de dios. Aunque con mucha menos elocuencia, es significativo y curioso que hoy día a los creyentes se les ocurran prácticamente los mismos argumentos que al filósofo del siglo XIII. Esto parece indicar que todas las posibles explicaciones de dios ya están exploradas a estas alturas de la historia. Obviaremos el detalle, siempre ignorado, de que sea tan difícil definir algo tan importante como dios y haga falta recurrir a varias definiciones dispares y vagas, seleccionando una u otra según interese.

Estas serían, según Tomás, las las cinco posibles respuestas a «¿qué es dios?»:

  • ex motu (argumento cosmológico I): Vemos que hay cosas que se mueven o cambian en el mundo. Todo lo que se mueve es movido por otra cosa que antes se movía. Es imposible una recursión infinita, por lo que algo inmóvil puso en movimiento al universo por primera vez, quam omnes Deum nominant (a lo cual llamamos Dios).
  • ex causa (argumento cosmológico II): Algunas cosas tienen una causa, por lo que son causadas por algo. Como es imposible una recursión infinita, debe haber algo que causara las demás cosas y a su vez no fuera causa de nada, quam omnes Deum nominant.
  • ex contingentia (argumento cosmológico III) : Algunas cosas ocurren y otras no: son contingentes, ni son necesarias ni imposibles. No es posible que todo sea contingente en el universo, ya que entonces podría ser que nunca ocurriese nada, que no hubiese nada al principio. Como sí que existen cosas, algo debe existir desde el principio que no dependa (no sea contingente) de ninguna otra cosa, quam omnes Deum nominant.
  • ex gradu (argumento del grado): Podemos imaginar distintos grados de perfección en el universo. Asumimos una cima de la perfección, quam omnes Deum nominant.
  • ex fine (argumento teleológico): Todo lo que vemos parece tener un diseño intencionado. Luego algo debe haberlos diseñado intencionadamente, quam omnes Deum nominant.

Es fácil ver que ninguna de estas definiciones realmente definen algo parecido a un «dios» digno de ese nombre:

  • Fallos de los argumentos cosmológicos: Los tres casos se resumen en que «aquella cosa» que inició el Universo es a lo que llamamos dios.
    • Para empezar, si dios solamente creó el universo y después no intervino para nada más, ese tipo de dios no tiene nada que ver con el dios de las religiones monoteístas, o al menos de las Abrahámicas (un dios que perdona pecados, etc.).
    • Se está asumiendo que el Universo tuvo un principio. Esto no está claro ni es obvio para nada. Hoy día es tema de especulación entre los físicos teóricos. La resolución de este problema, o al menos un vistazo a su solución, vendrá de la mano de una necesaria Teoría de la Gran Unificación, al igual que la ciencia acabó resolviendo la duda medieval sobre si la Tierra era el centro del Mundo (=Universo). Hasta que eso ocurra, debemos pensar que el Universo bien podría haber tenido un único origen (antes del Big Bang), ese ser solamente uno de una serie de Big Bounces, o «dios sabe» qué otra cosa que no se nos ocurra ahora.
    • Ese tipo de dios se identifica realmente con el proceso físico que diera origen al Universo. Es un problema de antropomorfismo (ver apartado 3 arriba), y una falsa definición del tipo que llamo definición inerte.
    • ¿Cómo sabemos que todo tiene una causa anterior a su efecto? En nuestro día a día sin duda es así. Pero si estamos hablando de un hecho tan extraño como el nacimiento del universo, donde la Naturaleza cuántica sin duda tuvo su papel importante, nuestras intuiciones sobre causalidad e incluso sobre qué ocurre «antes» y qué «después» no están bien definidas (leer sobre el principio de indeterminación de tiempo y energía). De nuevo, esto es tarea de físicos teóricos. Dejemos que ellos le den vueltas tranquilamente al asunto.
    • ¿Por qué tuvo que existir una causa primera? Independientemente que se le llame dios o como sea, ¿quién creó a esa causa? ¿por qué todo tiene una causa menos precisamente esa? ¿Es sólo que nos conviene para nuestro razonamiento o hay alguna necesidad real o lógica?
    • Solamente con la física actual, tiene sentido decir que el tiempo no existía antes de que se crearan las dimensiones del espacio-tiempo de nuestro Universo, luego la duda «¿quién o qué había antes de crear el universo?» queda como algo ingenuo: no existe un antes. Es normal encontrar estas dudas en pensadores de siglos anteriores pero no es justificable en personas cultas hoy día.
  • Fallos del argumento del grado:
    • Realmente me sorprende la torpeza filosófica de este argumento y que haya habido gente inteligente que la sostuviera. Obviamente, que algo sea concebible en nuestra mente no implica necesariamente ni mucho menos que esa cosa exista, ni que tan siquiera sea posible que haya existido o llegue a existir en algún momento. Esta caería dentro del tipo de falsas definiciones psicológicas que mencioné arriba.
  • Fallos del argumento teleológico:
    • El argumento más fuerte en contra del aparente diseño intencionado en los seres vivos es la Evolución por selección natural. Existen distintas teorías sobre qué principios mueven la Evolución y las mutaciones, pero está claro que en cualquier caso es un proceso automático y «ciego». El ejemplo del nervio laríngeo de la jirafa es una prueba paradigmática de nuestra línea ancestral hasta los peces, pero es sólo una prueba entre millones, incluyendo evolución in vitro. Nadie con una educación básica duda hoy en occidente de este hecho, salvo, aparentemente, algunos radicales en EEUU.
    • Ante la previsible idea de «¿y quien te dice a ti que no sea dios el que maneja los hilos de la evolución?», respondo que: (1) Eso no me responde a qué tipo de cosa es dios, y (2) ¿quién te dice a ti que sea dios? Hasta ahora todas las pruebas indican que la selección natural ciega es explicación suficiente para la Evolución. Es como si me dijeras que: «vale, las cosas caen al suelo por la gravedad, pero también porque hay ángeles empujando hacia abajo». Es un absurdo porque entonces podemos meter a dios en absolutamente cualquier fenómeno natural, finalmente identificando a la Naturaleza como un todo con dios, luego o estamos en una falsa definición tautológica o en una inerte o en ambas a la vez.
    • El principio antrópico también explica el porqué parece que el universo está hecho a nuestra medida, como si alguien hubiese querido que estuviésemos a gusto en este mundo.
    • Pero, aún si asumimos que todo lo que vemos realmente fuese la obra intencionada de un creador, ¿cómo podemos afirmar nada con rotundidad sobre él? Por ejemplo, alguien podría haber diseñado (i.e. ingeniería genética) la vida en la Tierra, pero no ser el creador del Universo. O alguien podría haber creado los planetas usando material que ya existía de antes. Y desde luego, esos «alguien» no tendrían por qué ser eternos, ni todopoderosos, ni tener los atributos clásicos de un dios.

Además, tenemos el argumento ontológico, defendido por Spinoza, Descartes y, aparentemente, por Gödel. Este conjunto de argumentos se basan en ideas equivalentes a:

«Como podemos imaginar el concepto de un ser perfecto, este debe existir porque sino no sería perfecto».

El razonamiento paso por paso sería (fuente):

  1. Dios es aquella entidad tal que nada mayor pueda ser.
  2. El concepto de Dios existe en el entendimiento humano.
  3. Dios existe en la mente de uno mismo pero no en la realidad.
  4. Si Dios existiera en la realidad, sería algo mucho más grandioso que la existencia de Dios en la mente propia.
  5. Con base en [1], se sigue de [4] que Dios realmente debe existir.

En su «Crítica de la razón pura» (1781), Kant señaló que esta serie de argumentos son un fiasco, ya que se está postulando desde un primer momento la posibilidad de razonar sobre la existencia de algo… de cuya existencia no tenemos constancia, lo que convierte cualquier discusión en una falsa definición tautológica (el primero de mis tipos de falsas definiciones de arriba). Esto enlaza con el error del que hablé arriba de confundir la existencia de algo en nuestra mente con la existencia real.

Despojado de el razonamiento que permite inferir cosas sobre algo cuya entidad se desconoce, sólo podemos aceptar la parte del argumento ontológico que se refiere a la existencia de dios como un concepto únicamente existente en nuestra mentes (mi definición psicológica), y por lo tanto comparable a los conceptos de «amor», «odio», etc. siendo así incompatible con los significados de «dios» tanto en el sentido de las religiones teístas como en el de las filosofías deístas.

Por otro lado, tenemos a Leibniz, para quien dios es un mónada, nombre que da a sus «átomos de la metafísica». Su obra «Monadología» (1715) está disponible online. Para el inventor del Cálculo (una fructífera rama de las matemáticas), estos mónadas también serían los elementos diferenciales que usamos en una integral matemática: no ocupan espacio ni tiempo, pero «permean» y lo llenan todo. Son el salto conceptual que los griegos no consiguieron dar para resolver la paradoja de Zenón. Si lo hubiesen conseguido es probable que hubiésemos pisado la Luna no hace 50 años, sino hace siglos.


Para Leibniz, cada punto Q de una curva contiene «meta-microscópicamente» al triángulo que forma un triángulo tangente. El punto y el triángulo son mónadas, pero unos pueden contener a los otros. Sí, para mí también es muy complicado.



Para Leibniz, la existencia de dios se deriva de la armonía que existe entre todos los mónadas que forman el universo. Decir eso está demasiado cerca de identificar a dios con las leyes de la Naturaleza (mi definición inerte arriba).

Finalmente, podemos ver cómo han resuelto el problema de definir «dios» quienes están obligados a dar definiciones de todo: los autores de los diccionarios. Según la RAE:

dios. (Del lat. deus).
1. m. Ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo.
2. m. Deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones.

En la segunda definición usan el concepto de «deidad», entrando en una definición circular ya que «deidad» a su vez hace referencia a un «ser supremo» o un «dios». Luego esa sería una definición tautológica (de mi primer tipo arriba).
Sobre la primera definición como «ser supremo» no es más que una formulación del argumento cosmológico (leer arriba), con el añadido de enfatizar que no es una «cosa», sino un «ser», producto de nuestras tendencias antropomórficas (leer arriba), que reflejan nuestros deseos de ver propiedades humanas donde no tiene porqué haberlas.

5. ¿Y qué pasa con las religiones?

Vale, y si detrás de «dios» sólo hay eso, una palabra, ¿qué pasa con las religiones? ¿las prohibimos? ¿es que todos los religiosos son tontos y no se han dado cuenta?

Según la Conferencia Episcopal el 73% de los españoles «se consideran» católicos. El episcopado usa el verbo correcto: «se consideran». No dice que lo sean o merezcan esa calificación bajo su punto de vista. Y es que para ello los españoles deberían creer en una serie de dogmas mínimos establecidos en el Catecismo, pero diversas encuestas muestran claramente que el máximo número de españoles que cumplan ese criterio ya baja al ~21% (datos de 2007). Esta estimación está más cerca que el 73% del dato objetivo del 34% de contribuyentes que marcan la casilla de la Iglesia en su declaración de la Renta (dato de 2010). Y aún no he hablado de asistir a misa y demás molestias que ese 73% cómodamente ignora. Por lo tanto, sé que no tengo derecho a meterme en la vida de nadie, pero la próxima vez que os pregunten si sois católicos, reconsiderad qué respuesta es la más honesta para con vosotros mismos. Ya hace que murió Franco y nadie os va a meter en la cárcel por reconocer vuestras dudas de fe, en caso de que las tengáis.

Dicho todo esto, vuelvo a donde empecé al principio del artículo: una cosa es el concepto de dios, y otra las religiones. 

Al igual que existen las corrientes del Marxismo o, por qué no, del madridismo, sin necesidad de atribuirse derechos divinos, es perfectamente lógico y natural que existan seguidores de la tradición de Jesús, como son en teoría las distintas ramas del Cristianismo.

Mientras que las religiones no se conviertan en otra forma más de lobbismo para presionar a gobiernos a favor de unas minorías, ni intenten imponer por la fuerza sus creencias, nadie debería tener nada en contra de ellas, en general. Simplemente son otro tipo de grupos sociales, de «grupos políticos» o clubs con su cultura, tradiciones y folclore propias. Mientras nadie pretenda que estén por encima del Estado ni que tengan la razón absoluta no hay ningún problema.

De hecho, los posibles efectos negativos que pueden tener las religiones (mayormente más cerca de ser problemas de lobbismo más que otra cosa) son normalmente compensadas por la buena voluntad y buen hacer de sus bases más humildes.

Que el mismo trabajo también lo hacen ONGs y personas sin la excusa de la religión, es cierto. Pero, ¿por qué no trabajar personas religiosas y ateas juntas en nuestras causas comunes?. La mayoría de la sociedad tenemos mucho más que nos une de lo que nos separa, y en vez de unirnos nos dividimos por las cosas más absurdas, entre ellas la religión. Fijémonos más en las buenas acciones que en la motivación que cada cuál tenga para hacerlas y nos irá mejor.

Incluso para personas religiosas que no ayudan a nadie, la religión en sí, los ritos, las relaciones sociales que involucran, pueden ayudarles a sobrellevar mejor la vida.

Incluso los placebos pueden curar: las religiones pueden tener su efecto positivo aunque dios no exista. Afirmar lo contrario es una falacia de negación del antecedente.

Respecto al caso particular de la Iglesia y de España, las bases cristianas españolas ya han empezado a organizarse al margen de la jerarquía, formando Redes cristianas, un grupo muy crítico con los problemas e hipocresías de la Iglesia oficial. Este colectivo ha participado activamente en el movimiento 15M e incluso en protestas contra la última visita del Papa (!):

Así que pido que nadie, en su afán por defender el laicismo o el ateísmo, generalice y trate a todos los creyentes como crédulos o ciegos que no ven lo que pasa en el mundo real ni los problemas dentro de la misma Iglesia. Está claro que, al menos muchos, no son ciegos.

A los creyentes cristianos, les invito a que conozcan Redes cristianas por si les es de ayuda conocer a más gente afín y conseguís cambiar algo.

6. Participa: ¿Definiciones de dios «de barra de bar»?

Seamos realistas: la aplastante mayoría de los que se dicen creyentes nunca han leído ni a Santo Tomás ni a ningún otro filósofo para reflexionar sobre la existencia o no de un dios. De hecho, ni siquiera suelen conocer los textos de su religión, como el Catecismo o el Antiguo y el Nuevo Testamento. Aprovecho para recomendar a quien se considere creyente que los lea para poder saber qué están diciendo cuando afirman pertenecer a una religión determinada.

Os invito a que, con educación y moderación, comentéis abajo con aquellas «definiciones de dios» que hayáis oído en vuestro entorno, razonando si creéis que se ajustan o no algún tipo de las falsas definiciones que establezco arriba.

Empiezo yo con un clásico:

  • Creyente (C): «¿Es que te crees muy listo con toda esa filosofía? Creer en dios es cosa de fe, se tiene fe o no, ¡punto!. No tengo que demostrar nada.»
  • Ateo (A): «Vale, pues yo creo en un espagueti volador gigante. Tengo fe en él.»
  • C: «¡No seas absurdo, no es lo mismo!»
  • A: «¿No lo es? Mi espagueti es una pasta larga y fina, hecha de harina y agua. ¿Cómo sé que tu dios no es eso mismo si no sé qué es?»
  • C: «Porque dios no es un espagueti, no seas ridículo.»
  • A: «Vale, ¿qué es tu dios, entonces?»
  • C: «Pues …»
    • –> con mucha suerte, alguno de los interesantes (pero inválidos) argumentos ya debatidos arriba en el punto 4, clasificables en mi «tesis II» del punto 1.
    • –> con mala suerte, alguna obvia incoherencia o usos de los errores conceptuales dados en los puntos 2 y 3.
    • –> con muy mala suerte, te has ganado una pelea/enfado.

Así mismo, si alguien cree estar en posesión de una definición de dios (¡no pido pruebas de su existencia!) que supere la criba que he hecho arriba, estaré encantado de leerla, debatir y, como no, rectificar lo que sea necesario.

7. Moral

Aunque no es tan normal como en EEUU, hay en occidente quien piensa que si no hay religión o dios no puede haber moral. Ya desde el Humanismo se rompe con que dios tenga que ser el centro de todas las cosas, idea medieval, y se pone al hombre en el centro.

La famosa frase atribuida a Nietzsche de «Dios ha muerto» resume muy bien el sentimiento de vacío y falta de referencias si se acepta que la fe cristiana puede no ser una verdad necesaria y absoluta, con lo que se tambalea la «moral cristiana»: ninguna moral se puede «deducir» con la razón o la lógica.

Sin embargo, la experiencia de siglos nos dice que podremos siempre encontrar a personalidades que han dado su vida por los demás, tanto religiosas como ateas; así como sanguinarios y crueles dictadores también religiosos y ateos. Al fin y al cabo, sería muy triste que lo único que impidiera a alguien salir a la calle a matar gente a diestro y siniestro sea porque su religión se lo prohiba, ¿no creéis?. Debería haber algo más, en un plano totalmente distinto y más humanista que defina nuestra moral.

(edit): Aprovecho para añadir una charla de los TED Talks que un amable lector me ha hecho llegar sobre la existencia de comportamiento moral en animales:

¿Podemos tener referencias morales en un mundo sin un dios, sin una referencia absoluta por encima del hombres? Yo creo que sí. Al fin y al cabo, lo importante se reduce a algo muy sencillo:

Jesús dice a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» 

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