Alguien del Gobierno podría decir con el pecho henchido de orgullo: ¿Pero si hemos lanzado un proyecto de carrera investigadora, no te gusta muchacho?
Echemos un ojo a la «carrera» (¿de obstáculos?), pero no al gráfico original del ministerio, sino a uno mejor explicado (las edades que pongo son asumiendo que nunca en la vida has repetido ni perdido un solo curso):
El destino final que se propone en la «carrera» es entrar a formar parte de Universidades o del CSIC, básicamente. Algunos podrán encontrar puestos en empresas, pero en nuestra cultura me parece que más bien es algo residual.
Lo curioso es que día a día ves otras formas de entrar a esos mismos puestos en los que se supone culmina la carrera investigadora, pero podemos estar seguros de que a todos ellos no se les pide que consagren 10 años de sus vidas y pasen años en el extranjero trabajando duro. Basta llevarse bien con la gente adecuada. Preguntaos: ¿A cuántos profesores extranjeros habéis tenido en vuestras carreras? Conozco departamentos (no en este país, obviamente), donde más del 50% no son del país. Aquí, bueno… endogamia.
En resumen, el que trabaje duro e investigue es que es tonto de remate… o le gusta, para su desgracia.